Tres de la mañana y vuelta a empezar: primero, una respiración
fuerte. Unos golpecitos, por si ayuda. Nada. Los silbidos comienzan a
la hora de exhalar. A esa altura, todo parece perdido. Y ahí llega,
finalmente, el ronquido, como un serrucho. La idea de volver a dormir
parece una quimera. Sin embargo, el roncador tampoco la pasa muy bien: la boca seca, la
transpiración y la somnoliencia son sólo algunos de los problemas que
sufren los afectados. Otras consecuencias son falta de concentración,
una merma en el deseo sexual y dolores de cabeza a la mañana
siguiente.
El sonido del ronquido es producido por la vibración de las partes
blandas de las vías respiratorias superiores, en general del velo del
paladar y la campanilla. La vibración aumenta cuando el músculo está
relajado durante el sueño, lo que puede llevar a una obstrucción de las vías respiratorias superiores. También pueden provocar el
ronquido particularidades anatómicas como amígdalas grandes, una
garganta estrecha o una mandíbula pequeña.
En el ronquido rítmico, la campanilla vibra con cada respiración de
un lado al otro como una vela al viento. Si bien esto es molesto para
la pareja, no representa un peligro para el roncador. El ronquido
arrítmico, en cambio, es un síntoma de una apnea de sueño
obstructiva, con suspensiones en la respiración, lo que aumenta los
riesgos de apoplejía, infartos de corazón y picos de presión.
El ronquido fuerte también puede generar contracturas. En el caso de
la apnea obstructiva de sueño, se cierran las vías respiratorias
superiores por al menos diez segundos más de diez veces por hora. El
cerebro reacciona ante la falta de oxígeno: el corazón late más
rápido, y la persona afectada pasa de un sueño profundo a uno más
ligero, lo que tensa la musculatura y abre las vías respiratorias.
El ronquido suele ser una etapa previa a la apnea de sueño. Mientras
que entre el 30 y el 40 por ciento de los hombres de 40 años roncan,
a los 60 años son alrededor del 60 por ciento. Las mujeres suelen
roncar más después de la menopausia. Se estima que alrededor del
cinco por ciento de los adultos sufre del síndrome de apnea
obstructiva.
A través de una investigación del sueño llamada poligrafía se puede
establecer si el paciente tiene una alteración respiratoria durante
el sueño. El aparato mide el movimiento de la respiración, la
cantidad de oxígeno en la sangre, el pulso y la posición durante el
sueño. El tratamiento estándar de la apnea de sueño obstructiva
consiste en una respiración con mascarilla durante la noche. Gracias
a la presión sobre las vías respiratorias superiores, la musculatura
no se relaja tanto durante el sueño.
Una endoscopía del sueño puede ayudar a encontrar las causas del
ronquido. Durante un sueño profundo simulado, el médico especialista
investiga dónde se produce la vibración. Si el estrechamiento es en
el paladar o en las amígdalas, puede evaluarse la necesidad de una operación. Sin embargo, las molestias pueden regresar después de dos
o tres años. También pueden ayudar mochilas especiales que evitan que
se duerma boca arriba y elevan el torso hasta unos 30 grados.
Los roncadores deberían renunciar al alcohol, el tabaco, los
somníferos y las cenas pesadas antes de dormir. En el 90 por ciento
de los casos, los pacientes con apnea obstructiva tienen sobrepeso. A
ellos se les recomienda respirar con mascarilla por la noche y hacer
deportes de día. Muchos pierden los síntomas después de bajar de
peso.
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