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lunes, 4 de mayo de 2015

Primera mujer graduada de medicina en la República Dominicana

Medicina Dominicana: En 1903 ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Santo Domingo. Al graduarse de doctora en Medicina en 1911, se convirtió en la primera mujer dominicana en obtener un título de médico en República Dominicana.

Autor(es): Dr. Rafael Perez Garcia, M.A.



  •  Desarrollo

Andrea Evangelina Rodríguez Perozo nació el diez de noviembre de 1880 en San Rafael del Yuna. Poeta, narradora y médica. Hija de Ramón Rodríguez y Felina Perozo. Nació en Higüey, pero desde los seis años de edad su abuela Tomasina Suero, motivada por la prosperidad económica de San Pedro de Macorís en las primeras décadas del siglo XX, la llevo a vivir a esa ciudad.
Allí hizo sus estudios primarios y secundarios en el Instituto de Señoritas bajo la tutela de la destacada educadora Anacaona Moscoso. Luego, en Santo Domingo, recibió en 1902 el título de Maestra Normal, iniciándose como profesora en la capital dominicana, donde llegó a dirigir la Escuela Normal de Señoritas en el 1907. En 1903 ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Santo Domingo. Al graduarse de doctora en Medicina en 1911, se convirtió en la primera mujer dominicana en obtener un título de médico en República Dominicana. Ejerció la medicina en San Pedro de Macorís hasta 1920 cuando decidió cursar estudios de especialización. Con el poco dinero que pudo reunir con la práctica de la medicina y con la ayuda económica de su protectora Anacaona Moscoso, se trasladó a París, allí se especializó en obstetricia y ginecología (1921-1925) en el hospital Broca y en la Maternidad Baudelocque, respectivamente.
A su regreso a San Pedro de Macorís puso sus conocimientos al servicio de las clases más necesitadas. Con ese propósito fundó un centro para el control de enfermedades venéreas, organizó el club de madres Gota de Leche para ayudar a las madres necesitadas a criar a sus hijos, propuso la enseñanza de la educación sexual en las escuelas dominicanas, sugirió métodos de planificación familiar y creó un servicio de obstetricia para exámenes prenatales y postnatales.
Su espíritu progresista, revolucionario y soñador fue un desafío para los profesionales de la medicina y para los intelectuales de su época, quienes la consideraban como una “loca”.
El advenimiento del régimen de Trujillo en 1930, cuya política contrastaba con sus proyectos científicos, humanitarios y, sobre todo, con la libertad del ser humano, la motivó a desplazarse por las calles San Pedro de Macorís a protestar contra las atrocidades ordenadas por el dictador dominicano. Según su mejor biógrafo, el siquiatra Antonio Zaglul, esa conducta le permitió a sus compueblanos “confirmar su locura”. A partir de entonces, como explica Tomás Báez Díaz en Trilogía: la mujer aborigen, la mujer en la colonia, la mujer dominicana, “incomprendida por el medio que la circundaba, abandonó el pueblo e inició una interminable peregrinación por colonias agrícolas y bateyes ofreciendo atenciones médicas a los necesitados y alfabetizando a la masa campesina”.
Muere el 11 de enero de 1947.

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